Tuesday, July 23, 2013

Como Sidrac, Misac y Abdénago



El libro de Daniel cuenta la historia de tres jóvenes judios: Sidrac, Misac y Abdénago quienes mostraron con hechos el gran amor que tenían por Dios. Su historia sirve de inspiración para nosotros.

En aquella época el Rey Nabucodonosor hizo construir una estatua de oro la cual fue colocada en la llanura de Dura, provincia de Babilonia.  Para el día de la inauguración la orden dada era que al sonar la trompeta , el cuerno, la cítara, la flauta, el trombón, la gaita y cualquier otro instrumento todo el mundo se postrara en tierra y adorarán la estatua de oro y aquel que no se postrara sería echado inmediatamente en el horno ardiente.

Sidrac, Misac y Abdénago, quienes habían sido puestos al frente de la administración de la provincia de Babilonia, hombres que amaban a Dios por sobre todas las cosas y les eran fieles, amor estaba por encima de puestos de trabajo y órdenes de jefes, no se postraron ante la estatua porque en sus corazones estaba la convicción de no adorar ningún otro Dios que no fuera su Dios.

Al enterarse el Rey Nabucodonosor se enfureció y mandó a llamar a estos jóvenes. Les recordó la orden dada y les dio la oportunidad de postrarse en ese momento ante la estatua y evitar así ser echados en el horno ardiente.

La respuesta de estos tres jóvenes en de gran enseñanza para nosotros, reconozco que cada vez que la leo mi corazón se estremece y pide a Dios que me de un amor tan grande por El como el amor de estos tres. Su respuesta fue:  "Si nuestro Dios, al que servimos, quiere salvarnos del horno ardiente y de tu mano, nos salvará. Pero si no lo quiere, has de saber que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que erigiste."

Los jóvenes fueron echados al horno ardiente el cual fue calentado siete veces más de lo necesario. Sucedió que, aunque fueron echados amarrados, se les veía caminar, alabar y glorificar a Dios entre las llamas. Al ser sacados del horno ni siquiera sus ropas fueron quemadas y ellos estaban como si no hubiesen estado en el fuego.

Por este testimonio de amor a Dios el Rey Nabucodonosor ordenó a todos los pueblos, naciones y lenguas que se hablara con respecto del Dios de Sidrac, Misac y Abdénago porque no había en la tierra ningún Dios que pudiera salvar como lo había hecho El.

Para reflexionar

¿Es mi amor a Dios como el de estos jóvenes?  ¿Estás consciente de que Dios puede concederte, liberarte y escucharte hoy y que puede que no (por lo menos de la forma que quieres)?  ¿Está tu amor a El limitado por lo que esperas que El haga por ti?

Queremos terminar con las palabras de estos tres jóvenes, completa tú la oración y reflexiona sinceramente sobre tu respuesta: Mi Dios a cual yo sirvo tiene el poder de ......y aunque no lo haga yo .......

Dios los bendice




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